La derecha latinoamericana plantea nuevas amenazas
Año 7. Edición número 306. Domingo 30 de Marzo de 2014
Nuevos métodos. El presidente Cartes representa cabalmente las nuevas tendencias de la derecha. (TELAM)//Ataque. En Venezuela, el diirigente Leopoldo López fue detenido por su actividad provocadora.
La reacción oscila entre partidos tradicionales y fuerzas conservadoras que quedan pendientes de un retorno neoliberal.
La derecha latinoamericana muestra su cara más rabiosa en las calles de Caracas, donde avanza contra la democracia de las mayorías populares, resistiendo sus políticas redistributivas al considerarlas como una demagogia populista, obviamente sin oponerse a las acciones estatales a favor del capital. En la región, en tanto que no pueden volver al poder por las urnas, impulsan acciones para debilitar y poner en crisis a los gobiernos y reemplazarlos con ciertos vestigios institucionales, porque se dicen republicanos, claro. Así intentaron hacer un golpe sin éxito en Venezuela en abril de 2002 y hoy vuelven al acecho contra el presidente Maduro, a meses de haber perdido unas elecciones. Sin embargo, avanzaron en otros países como Honduras y Paraguay. En el caso hondureño, el gobierno de Manuel Zelaya, electo en 2006, fue interpelado por adherir a la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) y querer avanzar en una reforma constitucional. La derecha tuvo la excusa para arremeter contra su administración y se alzó del poder en junio de 2009, para luego legitimar el golpe institucional, que ellos lo llamaron “sustitución constitucional”, a través de elecciones en noviembre de ese año. Algo parecido sucedió con el caso paraguayo, donde el Senado de ese país acusó al presidente Fernando Lugo de “mal desempeño en sus funciones” y lo expulsó de su cargo en 2012, que tras vicisitudes el Partido Colorado volvió al poder en las elecciones del año siguiente.
Las opciones golpistas devienen de la profunda crisis política que sufrió la derecha latinoamericana, luego de haber gobernado gran parte del continente durante décadas a través de dictaduras militares y gobiernos neoliberales, donde primaron la exclusión social y la dependencia económica, generando una deslegitimación popular. Así, la oleada neoliberal en América latina provocó un doble efecto, por un lado el triunfo de nuevas expresiones políticas y por otro la reconfiguración de los sistemas de partidos por la debilidad de la derecha. Es que la llegada de gobiernos populares a la región redefinió el escenario político y el rol de la oposición en los países latinoamericanos, donde la derecha oscila entre partidos tradicionales y fuerzas conservadoras que quedan pendientes de un reflujo neoliberal. Y es que la derecha no es un bloque homogéneo, en sus filas coexisten sectores conservadores y reaccionarios que rechazan avances progresistas en la región, como el matrimonio igualitario o el aborto, con fuerzas liberales y republicanas que se oponen a las políticas redistributivas de los gobiernos populares. A su vez, la articulación de estos grupos converge en buscar apoyos en los Estados Unidos, como marco de alianza estratégica para el continente, contra los esquemas regionales centrados en América Latina, como Mercosur, Unasur o la Celac. Así, la derecha queda bien expresada en quienes salen a impulsar la caída de Maduro en Venezuela y se posicionan contra las experiencias populares en la región.
En los países donde la derecha mantiene el poder, ésta intenta sostener propuestas en alianza a los Estados Unidos bajo el esquema de la “Alianza del Pacífico” impulsada por Colombia, México, Perú y Chile, para contraponer las articulaciones latinoamericanistas expresadas en el Mercosur y la Unasur. Sin embargo, solo en Colombia la derecha logra mantener una cierta hegemonía con la presidencia de Juan Manuel Santos del Partido Social de la Unidad Nacional (Partido de la U) en coalición parlamentaria con sectores liberales y conservadores. En tanto que en el caso mexicano, gobierna hoy una derecha a través de una fuerza tradicional, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), encabezado por Enrique Peña Nieto que reemplazó al desgastado gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, cerrando el ciclo abierto por Vicente Fox en el año 2000 de gestiones del PAN (Partido Acción Nacional). Sin embargo, la vuelta del PRI mantiene alineamientos con Estados Unidos, más allá de acercamientos hacia América latina, expresadas en su participación en la Celac. Por su parte, en Perú el gobierno de Ollanta Humala decepcionó a las expectativas que había generado su victoria ante Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, que expresaba un regreso del neoliberalismo al país, sin embargo, el nacionalismo de Humala no se contrapuso a los lineamientos norteamericanos, lo que provoca que hoy esté nuevamente en el candelero el legendario candidato de la socialdemocracia peruana Alan García como posible candidato a enfrentar a Keiko Fujimori. En tanto que en Chile, la derecha no resistió más que un gobierno y Sebastián Piñera se retiró sin gloria de la gestión, dejando la administración a Michelle Bachelet para un mandato con desafíos de cambios.
La impopularidad de las gestiones de derecha en Colombia, México y Perú se contrapone a los apoyos que están recibiendo los gobiernos populares en otros países. Solo si tomamos aquellos países que este año tuvieron elecciones podemos ver que la derecha no logra recuperar apoyo electoral e incluso los pierde, como es el caso de Costa Rica, donde el tradicional PNL (Partido de la Liberación Nacional) perdió el 2 de febrero la primera vuelta y ante la renuncia de su candidato, Johnny Araya, se estaría consagrado como presidente Luis Guillermo Solís Rivera, del PAC (Partido Acción Ciudadana), el próximo 6 de abril. A su vez, en El Salvador el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) logró derrotar a la tradicional Arena (Alianza Republicana Nacionalista), ante un escenario altamente polarizado el pasado 9 de marzo.
Los cambios de tendencia parecen reforzarse en Centroamérica; de hecho, la próxima contienda será en Panamá, donde las elecciones del 4 de mayo podrían consagrar como presidente al socialdemócrata Juan Carlos Navarro, del Partido Revolucionario Democrático (PRD), contra el candidato José Domingo Arias, del oficialista Cambio Democrático (CD). Y si bien el centrista PLD (Partido de la Liberación Dominicana) gobierna en ese país, es una fuerza moderada que participa del Foro de San Pablo. En tanto que en Puerto Rico, la derecha se dirime entre mantenerse como Estado Libre de EE.UU. (Partido Popular Democrático) o la directa anexión (Partido Nuevo Progresista), aunque es un escenario marginal en el espectro latinoamericano.
Posteriormente, acontecerán elecciones decisivas en Brasil, Uruguay Bolivia. En el caso brasileño, la derecha está probando la estrategia de siempre, posicionar un candidato alternativo, generalmente algún desprendimiento del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), en este caso es su ex aliado Partido Socialista Brasileño (PSB) que junto a Red (partido de la ex candidata Marina Silva, que había obtenido un 17% en las elecciones de 2010) busca ocupar un espacio importante en el electorado, lo que obligaría a buscar un ballottage.
Si bien el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) buscarían estar en la segunda vuelta con la postulación de Aecio Neves (nieto del legendario Tancredo Neves), lo cierto es que los sectores de derecha no ven con mala cara la elección de Eduardo Campos del PSB. Cabe destacar también que el bloque de derecha se está desgastando, si bien los tucanos del PSDB lograron el apoyo de los Demócratas (ex Partido Federal Liberal - PFL) perdieron la adhesión del Partido Popular Socialista PPS, que de socialista tiene solo el nombre, que en esta oportunidad cerraron filas detrás de Campos. Una variable que puede jugar a favor de la derecha son las movilizaciones que se están organizando para el período del Mundial, que como antesala de las elecciones de octubre, muchos apuestan a que el efecto sea un desgaste de la imagen de la actual presidenta Dilma Rousseff del PT, tal como se vio reflejado en las encuestas en junio de 2013, con las manifestaciones durante la Copa Confederaciones y abra paso a un escenario más parejo para una segunda vuelta.
Cruzando el charco, en Uruguay la derecha pareciese estar en el mismo encono. Ante una encuesta reciente del Equipo Mori, el oficialista Frente Amplio estaría logrando un 44% de intención de voto, seguido de lejos por el PN (Partido Nacional) con el 25%, el PC (Partido Colorado) con el 14% y el Partido Independiente con el 2%. Con este escenario, el FA estaría muy cerca de lograr el 50% para consagrarse en primera vuelta y asegura la mayoría parlamentaria, además los sondeos de ballotTage le dan una victoria segura. En ese marco, las elecciones internas que se desarrollaran el 1º de junio tenderán a confirmar los posicionamientos internos. Cabe destacar que en el FA, todas las encuestas dan como ganador al ex presidente Tabaré Vázquez con una media del 75% de apoyo interno, marcando un perfil moderado del frente. En tanto que en el PN, ambas candidaturas propician un contrapunto por derecha, la candidatura de Jorge Larrañaga que cuenta con un 45% promedio de apoyos internos, debate un proyecto modernista neoliberal contra un nacionalismo clásico que se denota en el nombre de su contrincante, Luis Alberto Aparicio Alejandro Lacalle Pou (hijo del ex presidente Luis Alberto Lacalle), que disputa con un 38% de intención de votos, quedando con un final abierto. Por su parte, en el PC se impondría Pedro Bordaberry, que hoy presenta un 85% de las preferencias frente a José Amorín Batlle, que solo alcanza un 10% de adhesión, por lo que se estaría imponiendo la recuperación del proyecto tradicional del batllismo, paradójicamente frente a la impronta neoliberal que tomó la corriente de la familia Batlle.
Si bien en Bolivia la fecha aún no está definida, porque Evo Morales había fijado las elecciones para el 5 de octubre pero el Tribunal Supremo Electoral rechazó la misma y estaría por fijarla para el 9 de noviembre, lo cierto es que la derecha del Frente Amplio, iniciativa impulsada por el opositor Samuel Doria, comenzó con la inscripción de sus precandidatos para las elecciones generales. Así lo anunció Carlos Cordero, presidente del Comité Electoral del FA, que explicó que el candidato a la presidencia surgirá de una encuesta que realizará esa fuerza política a partir de los candidatos presentados, entre ellos Samuel Doria, Rafael Quispe, Markas y Jimena Costa. Por el momento se descuenta que la dupla Morales-García Linera se impondrá para un tercer mandato.
En otros países la derecha está al acecho esperando las rondas electorales para 2015. En Guatemala, el Partido Patriota intentará elegir un candidato propio que reemplace al actual presidente Otto Pérez Molina. En Ecuador, los sectores conservadores están envalentonados porque si bien Alianza País ganó la mayoría de las intendencias perdió en Quito y Guayaquil, además Rafael Correa está imposibilitado de ser reelecto, por lo que necesitaría una Reforma Constitucional y eso lo ven como remoto. Situación similar se da en Argentina, donde la derecha impulsa diferentes candidatos frente a la imposibilidad de reelección de Cristina Fernández de Kirchner y la necesaria postulación de un relevo. Por el contrario, en Nicaragua, Daniel Ortega, del Frente Sandinista, ya logró las reformas necesarias para avanzar en una nueva reelección, quedando la derecha expresada en el PLI (Partido Liberal Independiente) y el PLC (Partido Liberal Constitucionalista) rezagados con bajas chances de frustrar esas aspiraciones.
Este recorrido por el tablero latinoamericano nos permite observar que la derecha aún está expectante de volver al poder y que toda esta tendencia podría cambiar con la caída del gobierno de Maduro. Además, que no escatima procedimientos extrainstitucionales para alcanzarlos. Por eso, se torna fundamental sostener el apoyo a la democracia en ese país, porque el embate sobre esta gestión popular puede reforzar un rebrote en dominó de gobiernos centrados en la alianza con Estados Unidos y los grupos económicos concentrados, contra la inclusión de las grandes mayorías, imponiendo gestiones que pretenden avanzar sobre conquistas y derechos sociales ganados en la última década.
Las opciones golpistas devienen de la profunda crisis política que sufrió la derecha latinoamericana, luego de haber gobernado gran parte del continente durante décadas a través de dictaduras militares y gobiernos neoliberales, donde primaron la exclusión social y la dependencia económica, generando una deslegitimación popular. Así, la oleada neoliberal en América latina provocó un doble efecto, por un lado el triunfo de nuevas expresiones políticas y por otro la reconfiguración de los sistemas de partidos por la debilidad de la derecha. Es que la llegada de gobiernos populares a la región redefinió el escenario político y el rol de la oposición en los países latinoamericanos, donde la derecha oscila entre partidos tradicionales y fuerzas conservadoras que quedan pendientes de un reflujo neoliberal. Y es que la derecha no es un bloque homogéneo, en sus filas coexisten sectores conservadores y reaccionarios que rechazan avances progresistas en la región, como el matrimonio igualitario o el aborto, con fuerzas liberales y republicanas que se oponen a las políticas redistributivas de los gobiernos populares. A su vez, la articulación de estos grupos converge en buscar apoyos en los Estados Unidos, como marco de alianza estratégica para el continente, contra los esquemas regionales centrados en América Latina, como Mercosur, Unasur o la Celac. Así, la derecha queda bien expresada en quienes salen a impulsar la caída de Maduro en Venezuela y se posicionan contra las experiencias populares en la región.
En los países donde la derecha mantiene el poder, ésta intenta sostener propuestas en alianza a los Estados Unidos bajo el esquema de la “Alianza del Pacífico” impulsada por Colombia, México, Perú y Chile, para contraponer las articulaciones latinoamericanistas expresadas en el Mercosur y la Unasur. Sin embargo, solo en Colombia la derecha logra mantener una cierta hegemonía con la presidencia de Juan Manuel Santos del Partido Social de la Unidad Nacional (Partido de la U) en coalición parlamentaria con sectores liberales y conservadores. En tanto que en el caso mexicano, gobierna hoy una derecha a través de una fuerza tradicional, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), encabezado por Enrique Peña Nieto que reemplazó al desgastado gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, cerrando el ciclo abierto por Vicente Fox en el año 2000 de gestiones del PAN (Partido Acción Nacional). Sin embargo, la vuelta del PRI mantiene alineamientos con Estados Unidos, más allá de acercamientos hacia América latina, expresadas en su participación en la Celac. Por su parte, en Perú el gobierno de Ollanta Humala decepcionó a las expectativas que había generado su victoria ante Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, que expresaba un regreso del neoliberalismo al país, sin embargo, el nacionalismo de Humala no se contrapuso a los lineamientos norteamericanos, lo que provoca que hoy esté nuevamente en el candelero el legendario candidato de la socialdemocracia peruana Alan García como posible candidato a enfrentar a Keiko Fujimori. En tanto que en Chile, la derecha no resistió más que un gobierno y Sebastián Piñera se retiró sin gloria de la gestión, dejando la administración a Michelle Bachelet para un mandato con desafíos de cambios.
La impopularidad de las gestiones de derecha en Colombia, México y Perú se contrapone a los apoyos que están recibiendo los gobiernos populares en otros países. Solo si tomamos aquellos países que este año tuvieron elecciones podemos ver que la derecha no logra recuperar apoyo electoral e incluso los pierde, como es el caso de Costa Rica, donde el tradicional PNL (Partido de la Liberación Nacional) perdió el 2 de febrero la primera vuelta y ante la renuncia de su candidato, Johnny Araya, se estaría consagrado como presidente Luis Guillermo Solís Rivera, del PAC (Partido Acción Ciudadana), el próximo 6 de abril. A su vez, en El Salvador el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) logró derrotar a la tradicional Arena (Alianza Republicana Nacionalista), ante un escenario altamente polarizado el pasado 9 de marzo.
Los cambios de tendencia parecen reforzarse en Centroamérica; de hecho, la próxima contienda será en Panamá, donde las elecciones del 4 de mayo podrían consagrar como presidente al socialdemócrata Juan Carlos Navarro, del Partido Revolucionario Democrático (PRD), contra el candidato José Domingo Arias, del oficialista Cambio Democrático (CD). Y si bien el centrista PLD (Partido de la Liberación Dominicana) gobierna en ese país, es una fuerza moderada que participa del Foro de San Pablo. En tanto que en Puerto Rico, la derecha se dirime entre mantenerse como Estado Libre de EE.UU. (Partido Popular Democrático) o la directa anexión (Partido Nuevo Progresista), aunque es un escenario marginal en el espectro latinoamericano.
Posteriormente, acontecerán elecciones decisivas en Brasil, Uruguay Bolivia. En el caso brasileño, la derecha está probando la estrategia de siempre, posicionar un candidato alternativo, generalmente algún desprendimiento del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), en este caso es su ex aliado Partido Socialista Brasileño (PSB) que junto a Red (partido de la ex candidata Marina Silva, que había obtenido un 17% en las elecciones de 2010) busca ocupar un espacio importante en el electorado, lo que obligaría a buscar un ballottage.
Si bien el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) buscarían estar en la segunda vuelta con la postulación de Aecio Neves (nieto del legendario Tancredo Neves), lo cierto es que los sectores de derecha no ven con mala cara la elección de Eduardo Campos del PSB. Cabe destacar también que el bloque de derecha se está desgastando, si bien los tucanos del PSDB lograron el apoyo de los Demócratas (ex Partido Federal Liberal - PFL) perdieron la adhesión del Partido Popular Socialista PPS, que de socialista tiene solo el nombre, que en esta oportunidad cerraron filas detrás de Campos. Una variable que puede jugar a favor de la derecha son las movilizaciones que se están organizando para el período del Mundial, que como antesala de las elecciones de octubre, muchos apuestan a que el efecto sea un desgaste de la imagen de la actual presidenta Dilma Rousseff del PT, tal como se vio reflejado en las encuestas en junio de 2013, con las manifestaciones durante la Copa Confederaciones y abra paso a un escenario más parejo para una segunda vuelta.
Cruzando el charco, en Uruguay la derecha pareciese estar en el mismo encono. Ante una encuesta reciente del Equipo Mori, el oficialista Frente Amplio estaría logrando un 44% de intención de voto, seguido de lejos por el PN (Partido Nacional) con el 25%, el PC (Partido Colorado) con el 14% y el Partido Independiente con el 2%. Con este escenario, el FA estaría muy cerca de lograr el 50% para consagrarse en primera vuelta y asegura la mayoría parlamentaria, además los sondeos de ballotTage le dan una victoria segura. En ese marco, las elecciones internas que se desarrollaran el 1º de junio tenderán a confirmar los posicionamientos internos. Cabe destacar que en el FA, todas las encuestas dan como ganador al ex presidente Tabaré Vázquez con una media del 75% de apoyo interno, marcando un perfil moderado del frente. En tanto que en el PN, ambas candidaturas propician un contrapunto por derecha, la candidatura de Jorge Larrañaga que cuenta con un 45% promedio de apoyos internos, debate un proyecto modernista neoliberal contra un nacionalismo clásico que se denota en el nombre de su contrincante, Luis Alberto Aparicio Alejandro Lacalle Pou (hijo del ex presidente Luis Alberto Lacalle), que disputa con un 38% de intención de votos, quedando con un final abierto. Por su parte, en el PC se impondría Pedro Bordaberry, que hoy presenta un 85% de las preferencias frente a José Amorín Batlle, que solo alcanza un 10% de adhesión, por lo que se estaría imponiendo la recuperación del proyecto tradicional del batllismo, paradójicamente frente a la impronta neoliberal que tomó la corriente de la familia Batlle.
Si bien en Bolivia la fecha aún no está definida, porque Evo Morales había fijado las elecciones para el 5 de octubre pero el Tribunal Supremo Electoral rechazó la misma y estaría por fijarla para el 9 de noviembre, lo cierto es que la derecha del Frente Amplio, iniciativa impulsada por el opositor Samuel Doria, comenzó con la inscripción de sus precandidatos para las elecciones generales. Así lo anunció Carlos Cordero, presidente del Comité Electoral del FA, que explicó que el candidato a la presidencia surgirá de una encuesta que realizará esa fuerza política a partir de los candidatos presentados, entre ellos Samuel Doria, Rafael Quispe, Markas y Jimena Costa. Por el momento se descuenta que la dupla Morales-García Linera se impondrá para un tercer mandato.
En otros países la derecha está al acecho esperando las rondas electorales para 2015. En Guatemala, el Partido Patriota intentará elegir un candidato propio que reemplace al actual presidente Otto Pérez Molina. En Ecuador, los sectores conservadores están envalentonados porque si bien Alianza País ganó la mayoría de las intendencias perdió en Quito y Guayaquil, además Rafael Correa está imposibilitado de ser reelecto, por lo que necesitaría una Reforma Constitucional y eso lo ven como remoto. Situación similar se da en Argentina, donde la derecha impulsa diferentes candidatos frente a la imposibilidad de reelección de Cristina Fernández de Kirchner y la necesaria postulación de un relevo. Por el contrario, en Nicaragua, Daniel Ortega, del Frente Sandinista, ya logró las reformas necesarias para avanzar en una nueva reelección, quedando la derecha expresada en el PLI (Partido Liberal Independiente) y el PLC (Partido Liberal Constitucionalista) rezagados con bajas chances de frustrar esas aspiraciones.
Este recorrido por el tablero latinoamericano nos permite observar que la derecha aún está expectante de volver al poder y que toda esta tendencia podría cambiar con la caída del gobierno de Maduro. Además, que no escatima procedimientos extrainstitucionales para alcanzarlos. Por eso, se torna fundamental sostener el apoyo a la democracia en ese país, porque el embate sobre esta gestión popular puede reforzar un rebrote en dominó de gobiernos centrados en la alianza con Estados Unidos y los grupos económicos concentrados, contra la inclusión de las grandes mayorías, imponiendo gestiones que pretenden avanzar sobre conquistas y derechos sociales ganados en la última década.