La IV Cumbre de la CELAC parece encontrar un nuevo rumbo por el cambiante escenario latinoamericano. Un ámbito que había tenido la osadía de constituirse sin la participación de Estados Unidos y como una referencia de articulación alternativa al ALCA, parece reorientarse a ser un espacio de encuentro deliberativo, tipo Foro, con meras acciones exclamativas. Es la tensión que estuvo presente en cumbres anteriores, tanto en Cuba como en Costa Rica. Es más, el gobierno argentino al insistir con su embate sobre Venezuela resquebraja un armado político de la región y límite la capacidad de acción conjunta de sus miembros.
El principal escollo que encuentra la región es su estancamiento económico, enmarcado en una crisis internacional, que presiona a los gobiernos corte popular a encarar políticas de ajuste, como en el caso de Brasil, que las que está implementando el gobierno de Rousseff, o mismo en Argentina, donde la victoria de la derecha abre paso directo a medidas de corte ortodoxo sin mediaciones macroeconómicas.
A su vez, un aliado como China, que podía dar sustento a marcar un contrapunto frente los Estados Unidos, está entrando a una fase de desaceleración económica que sumado a la aplicación de medidas devaluatorias que afecta las relaciones comerciales y las posibilidades de inversión directa en el continente, condicionando los vínculos internacionales de la región.
En tal sentido, si bien la CELAC trabaja en un Plan de Acción con el objetivo de reducir la pobreza y la desigualdad de la región, encontrará la contradicción entre los gobiernos populares, que impulsan políticas inclusivas, con el refortalecimiento de propuestas centradas en el libre comercio y la inversión extranjera, especialmente norteamericana, que condicionarán las discusiones de integración regional que se quieran abordar.
Cabe distinguir que pobreza cero para la heterodoxia implica planes sociales, como el Bolsa Familia, que si bien significan sólo un 1% del PBI son una medida concreta frente a la ortodoxia que propone salir de la exclusión a partir de la promesa del derrame, o sea nada en el corto plazo.
Este escenario puede afectar procesos que se habían abierto en los últimos años, como el reingreso de Cuba a la OEA y las nuevas relaciones con Estados Unidos, o las históricas negociaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla de la FARC que podrían abrir una nueva etapa en esa Nación.
De hecho, el gobierno cubano lleva una propuesta de declaración sobre Guantanamo a la que se sumaría un planteo sobre las Islas Malvinas de parte de Argentina, que será un momento de tinte político para un espacio que define su rol en el escenario mundial. Por eso, si bien Correa convocaba a la cumbre con el anhelo de presentar a la CELAC como un espacio que podía desplazar a la OEA, o sea a la hegemonía norteamericana, lo cierto es que por el momento se encuentra en un impase como los gobiernos populares ante el acecho del neoliberalismo. «