23 de Agosto de 2014
Un paso adelante, dos atrás
Tras el Mundial, Dilma Rousseff parecía haber dado un paso adelante hacia su reelección, porque logró organizar el megaevento sin los conflictos que se vaticinaban desde los medios de comunicación, y sentía tener el camino allanado para un nuevo mandato.
Tras el Mundial, Dilma Rousseff parecía haber dado un paso adelante hacia su reelección, porque logró organizar el megaevento sin los conflictos que se vaticinaban desde los medios de comunicación, y sentía tener el camino allanado para un nuevo mandato. Sin embargo, la muerte de Eduardo Campos durante la semana pasada la llevó dos pasos atrás en la contienda electoral.
Mientras se lloraba cálidamente al caudillo, sin esperar los diez días que le daba la justicia electoral, fríamente el Partido Socialista Brasileño proclama a Marina Silva como el relevo de Campos, a sabiendas de que su candidatura impulsa para arriba las postulaciones locales del PSB. Por ende, prefieren diputaciones en mano que presidenciable volando.
Y esta nueva apuesta de los socialistas cambia vertiginosamente el escenario político en Brasil, porque instala otras posibilidades de resultados electorales, especialmente porque Marina Silva parte de una buena imagen, ayudada también por los medios de comunicación, y un caudal previo que había alcanzado los 20 millones de votos en 2010. Por eso, podría posicionarse en mejor situación que la desgastada candidatura tucana y dejar a Aécio Neves en el tercer lugar, y así soñar con una segunda vuelta voto a voto con Dilma Rousseff.
Y este escenario preocupa a la cúpula del Partido de los Trabalhadores (PT), porque una cosa era un ballotage con Aécio Neves, donde las clases medias y sectores jóvenes juveniles, preponderantemente votos del espacio de Marina Silva y críticos del gobierno, difícilmente voten a los tucanos contra Dilma Rousseff y entienden que se repetiría el 60-40 de las elecciones anteriores. Sin embargo, los votos de derecha, de las clases medias altas, no tendrían inconveniente de probar un voto contra el gobierno petista y podrían inclinarse a sostener a la candidata ecologista.
Más allá de que la primera encuesta fue realizada 48 horas después del fallecimiento de Campos, sin que aún estuviese descansando en paz, podría reflejar un efecto de conmoción y que reinstalada la campaña los guarismos favorables a Marina Silva, que la posicionan como segunda empatada con Aécio Neves, podrían refluir a niveles anteriores. Lo cierto es que, en lo inmediato, pone en actividad a los equipos de campaña, tanto del PT como del PSDB, para ver cómo afrontar este nuevo cuadro.
Sin embargo, la tarea más difícil la tienen los tucanos, no sólo por la desgastada imagen, sino que además eligieron a un candidato que sólo tiene como virtudes ser el nieto del legendario Tancredo Neves –líder varguista que encabezó la lucha contra la dictadura y falleció como presidente electo– y haber tenido una buena gestión en Minas Gerais. Sin embargo, carece de carisma y capacidad de debate, por lo que muchos socialdemócratas visualizan como un gran problema los debates obligatorios que se desarrollarán en pocas semanas, donde la verborrágica Marina Silva podría sepultarlo en la contienda, dejando un final abierto para la disputa por la presidencia brasileña.
Mientras se lloraba cálidamente al caudillo, sin esperar los diez días que le daba la justicia electoral, fríamente el Partido Socialista Brasileño proclama a Marina Silva como el relevo de Campos, a sabiendas de que su candidatura impulsa para arriba las postulaciones locales del PSB. Por ende, prefieren diputaciones en mano que presidenciable volando.
Y esta nueva apuesta de los socialistas cambia vertiginosamente el escenario político en Brasil, porque instala otras posibilidades de resultados electorales, especialmente porque Marina Silva parte de una buena imagen, ayudada también por los medios de comunicación, y un caudal previo que había alcanzado los 20 millones de votos en 2010. Por eso, podría posicionarse en mejor situación que la desgastada candidatura tucana y dejar a Aécio Neves en el tercer lugar, y así soñar con una segunda vuelta voto a voto con Dilma Rousseff.
Y este escenario preocupa a la cúpula del Partido de los Trabalhadores (PT), porque una cosa era un ballotage con Aécio Neves, donde las clases medias y sectores jóvenes juveniles, preponderantemente votos del espacio de Marina Silva y críticos del gobierno, difícilmente voten a los tucanos contra Dilma Rousseff y entienden que se repetiría el 60-40 de las elecciones anteriores. Sin embargo, los votos de derecha, de las clases medias altas, no tendrían inconveniente de probar un voto contra el gobierno petista y podrían inclinarse a sostener a la candidata ecologista.
Más allá de que la primera encuesta fue realizada 48 horas después del fallecimiento de Campos, sin que aún estuviese descansando en paz, podría reflejar un efecto de conmoción y que reinstalada la campaña los guarismos favorables a Marina Silva, que la posicionan como segunda empatada con Aécio Neves, podrían refluir a niveles anteriores. Lo cierto es que, en lo inmediato, pone en actividad a los equipos de campaña, tanto del PT como del PSDB, para ver cómo afrontar este nuevo cuadro.
Sin embargo, la tarea más difícil la tienen los tucanos, no sólo por la desgastada imagen, sino que además eligieron a un candidato que sólo tiene como virtudes ser el nieto del legendario Tancredo Neves –líder varguista que encabezó la lucha contra la dictadura y falleció como presidente electo– y haber tenido una buena gestión en Minas Gerais. Sin embargo, carece de carisma y capacidad de debate, por lo que muchos socialdemócratas visualizan como un gran problema los debates obligatorios que se desarrollarán en pocas semanas, donde la verborrágica Marina Silva podría sepultarlo en la contienda, dejando un final abierto para la disputa por la presidencia brasileña.
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