http://tiempo.infonews.com/nota/148112/trilogia-del-impeachment
21 de Marzo de 2015
La palabra "impeachment" se
convirtió en el trending topic de la política brasileña. Y para muchos
analistas es un desafío pensar virtualidad o realidad de esto.
Ricardo Romero
La palabra "impeachment" se convirtió en el trending topic de la
política brasileña. Y para muchos analistas es un desafío pensar virtualidad o
realidad de esto. Lo cierto es que para dar respuesta a esta intriga es
necesario pensar el proceso desde una trilogía analítica de la situación
social, institucional y política que envuelve la convocatoria.
Desde el punto de vista social, los diez años del PT (Partido dos Trabalhadores) provocaron el ingreso de grandes sectores populares al consumo de masas. Si bien la Fundación Getulio Vargas sostiene que existe una nueva clase media, la realidad es que esta nueva franja social dista mucho de tener las necesidades básicas satisfechas.
Aunque las gestiones petistas cumplieron con su plan “fome zero”, las movilizaciones de junio de 2013 expresaron en las calles la demanda por la inversión en otros derechos, como educación, salud o transporte; reclamando la derivación de las regalías petroleras a esas áreas e impulsando una reforma política que reduzca la corrupción. Sin embargo, este embate no dejó quieto a los sectores que disputan esta renta.
Y esta situación tiene una relación en lo institucional, porque la reforma política implicaba repensar un esquema electoral personalizado de los parlamentarios, que reciben dinero a cambio de contraprestaciones. Se calcula que por cada “aporte” de un real a un candidato, la tasa de retorno es ocho veces superior. Por eso, un cambio sancionado por los mismos beneficiarios del proceso resulta remoto.
El intento de Dilma Rousseff de llevarlo a una consulta popular cayó en aguas de borrajas, atento a que para garantizar su reelección y gobernabilidad tuvo que ceder a una base aliada, sin poder controlar el esquema de corrupción operante, y el caso Petrobras se expresa en una profunda crisis política.
No sólo porque muestra la fragilidad del partido gobernante a la desidia de lobistas, corruptos y mercaderes, sino que legitima la reacción de una derecha que ahora tiene capacidad de movilización de masas, ayudada por la Rede Globo, que trata de ponerle un reloj de arena al mandato de Dilma Rousseff.
Esta derecha rabiosa, que prefiere una dictadura militar a un gobierno democrático popular, se encuentra con el vericueto de una corrupción que salpica a oficialismo y oposición, con muchas dificultades para encontrar una salida institucional como un impeachment y sus deseos autoritarios, que por el momento no tendrían asidero en el escenario internacional.
Como salida, Dilma Rousseff busca una respuesta parlamentaria a la corrupción, con el desafío de no caer ante la presión de la derecha que apetece recuperar las regalías petroleras con un proyecto de privatización de Petrobras, a la expectativa de la suba del petróleo. Esto lo comprendieron las bases organizadas del petismo, que también está en las calles manifestando que el petróleo e nosso, que busca socializar las riquezas de un país que con el Pre-Sal ha devenido en petrolero.
Desde el punto de vista social, los diez años del PT (Partido dos Trabalhadores) provocaron el ingreso de grandes sectores populares al consumo de masas. Si bien la Fundación Getulio Vargas sostiene que existe una nueva clase media, la realidad es que esta nueva franja social dista mucho de tener las necesidades básicas satisfechas.
Aunque las gestiones petistas cumplieron con su plan “fome zero”, las movilizaciones de junio de 2013 expresaron en las calles la demanda por la inversión en otros derechos, como educación, salud o transporte; reclamando la derivación de las regalías petroleras a esas áreas e impulsando una reforma política que reduzca la corrupción. Sin embargo, este embate no dejó quieto a los sectores que disputan esta renta.
Y esta situación tiene una relación en lo institucional, porque la reforma política implicaba repensar un esquema electoral personalizado de los parlamentarios, que reciben dinero a cambio de contraprestaciones. Se calcula que por cada “aporte” de un real a un candidato, la tasa de retorno es ocho veces superior. Por eso, un cambio sancionado por los mismos beneficiarios del proceso resulta remoto.
El intento de Dilma Rousseff de llevarlo a una consulta popular cayó en aguas de borrajas, atento a que para garantizar su reelección y gobernabilidad tuvo que ceder a una base aliada, sin poder controlar el esquema de corrupción operante, y el caso Petrobras se expresa en una profunda crisis política.
No sólo porque muestra la fragilidad del partido gobernante a la desidia de lobistas, corruptos y mercaderes, sino que legitima la reacción de una derecha que ahora tiene capacidad de movilización de masas, ayudada por la Rede Globo, que trata de ponerle un reloj de arena al mandato de Dilma Rousseff.
Esta derecha rabiosa, que prefiere una dictadura militar a un gobierno democrático popular, se encuentra con el vericueto de una corrupción que salpica a oficialismo y oposición, con muchas dificultades para encontrar una salida institucional como un impeachment y sus deseos autoritarios, que por el momento no tendrían asidero en el escenario internacional.
Como salida, Dilma Rousseff busca una respuesta parlamentaria a la corrupción, con el desafío de no caer ante la presión de la derecha que apetece recuperar las regalías petroleras con un proyecto de privatización de Petrobras, a la expectativa de la suba del petróleo. Esto lo comprendieron las bases organizadas del petismo, que también está en las calles manifestando que el petróleo e nosso, que busca socializar las riquezas de un país que con el Pre-Sal ha devenido en petrolero.
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