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OPINA
19 de Febrero de 2015
embates contra las democracias en américa latina
En el lenguaje político se ha instalado el concepto de "golpes blandos", que refiere a las nuevas formas de desplazamiento de gobiernos democráticos. Es que, desde la irrupción de expresiones populares en América Latina durante el siglo XXI, la derecha en el continente sólo pudo regresar a través de acciones institucionales como las que destituyeron a los presidentes de Honduras y Paraguay.
Esta forma no es nueva, de hecho existe un mito que plantea que el ascenso del fascismo y el nazismo se dio democráticamente, desconociendo el desgaste institucional sobre las frágiles repúblicas que realizaron a través de acciones violentas y represivas sobre grupos sociales y políticos, que quedaban bajo el constante chantaje y avance de la concentración de poder absoluto en el devenir del “Duce” y el “Führer”. Su ascenso fue violento, no democrático.
Si bien la derecha latinoamericana dista del poder movilizador del fascismo y el nazismo, tiene la capacidad política, y cuenta con el apoyo de las potencias imperialistas, para propiciar el desgaste institucional de los gobiernos populares y dar embates contra las democracias en América Latina. Así fue como la derecha hondureña en 2009, con apoyo de los Estados Unidos, logró desplazar del gobierno a Manuel Zelaya, quien había tenido la osadía de adherir a la Alianza Bolivariana, e instaló una nueva coalición encabezada por Porfirio Lobo. También el Parlamento envistió sobre Fernando Lugo en 2012, y lo destituyó responsabilizándolo por los enfrentamientos entre campesinos y policías en Curuguaty.
En la actualidad, Venezuela es la expresión más abierta de los embates de la derecha, también están sufriendo ese desgaste los gobiernos de Brasil y Argentina. Tras la muerte de Hugo Chávez la Revolución Bolivariana sufre un ataque constante por parte de una oposición que espera agazapada el asalto al poder. En tanto que en Brasil, luego de la victoria de Dilma Rousseff sobre toda la campaña de desestabilización y difamación montada por la derecha neoliberal, ahora se montan sobre los casos de corrupción en Petrobras para impulsar un Impeachment.
Así, la muerte del fiscal Nisman en Argentina alienta a sectores de la derecha a buscar un desgaste institucional que provoque la caída del gobierno popular establecido o su derrota en las elecciones de octubre. Centran el ataque en responsabilizarlo del hecho sin cuestionar la situación política que lo envuelve. Una denuncia a la presidenta sobre el encubrimiento de una acusación con apoyo de la CIA y el Mossad, y que fue presentada con el beneplácito de unas diputadas cocteleras de la Embajada norteamericana operando en el Parlamento argentino, debería alertar sobre un embate a la democracia en el país, que congrega a una derecha rabiosa que quiere volver a la dictadura del mercado neoliberal.
Esta forma no es nueva, de hecho existe un mito que plantea que el ascenso del fascismo y el nazismo se dio democráticamente, desconociendo el desgaste institucional sobre las frágiles repúblicas que realizaron a través de acciones violentas y represivas sobre grupos sociales y políticos, que quedaban bajo el constante chantaje y avance de la concentración de poder absoluto en el devenir del “Duce” y el “Führer”. Su ascenso fue violento, no democrático.
Si bien la derecha latinoamericana dista del poder movilizador del fascismo y el nazismo, tiene la capacidad política, y cuenta con el apoyo de las potencias imperialistas, para propiciar el desgaste institucional de los gobiernos populares y dar embates contra las democracias en América Latina. Así fue como la derecha hondureña en 2009, con apoyo de los Estados Unidos, logró desplazar del gobierno a Manuel Zelaya, quien había tenido la osadía de adherir a la Alianza Bolivariana, e instaló una nueva coalición encabezada por Porfirio Lobo. También el Parlamento envistió sobre Fernando Lugo en 2012, y lo destituyó responsabilizándolo por los enfrentamientos entre campesinos y policías en Curuguaty.
En la actualidad, Venezuela es la expresión más abierta de los embates de la derecha, también están sufriendo ese desgaste los gobiernos de Brasil y Argentina. Tras la muerte de Hugo Chávez la Revolución Bolivariana sufre un ataque constante por parte de una oposición que espera agazapada el asalto al poder. En tanto que en Brasil, luego de la victoria de Dilma Rousseff sobre toda la campaña de desestabilización y difamación montada por la derecha neoliberal, ahora se montan sobre los casos de corrupción en Petrobras para impulsar un Impeachment.
Así, la muerte del fiscal Nisman en Argentina alienta a sectores de la derecha a buscar un desgaste institucional que provoque la caída del gobierno popular establecido o su derrota en las elecciones de octubre. Centran el ataque en responsabilizarlo del hecho sin cuestionar la situación política que lo envuelve. Una denuncia a la presidenta sobre el encubrimiento de una acusación con apoyo de la CIA y el Mossad, y que fue presentada con el beneplácito de unas diputadas cocteleras de la Embajada norteamericana operando en el Parlamento argentino, debería alertar sobre un embate a la democracia en el país, que congrega a una derecha rabiosa que quiere volver a la dictadura del mercado neoliberal.
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