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Brasil, decime qué se siente
12.07.2014 | MIRADA III - Ricardo Romero | Politólogo uba / unsam
Tener con Argentina qué negociar es el principal desafío de Brasil para lograr consolidar su estrategia de integración regional. Porque parte de un esquema espiralado, que comienza con el Mercosur, sigue en la Unasur y se extiende hasta la CELAC. Incluso, bajo la presión de los fondos buitre, se logró que EE UU y Canadá queden solos en la misma OEA, un espacio que Brasil había convencido a sus aliados de no abandonar y disputar.
Estos países, que si bien comenzaron su vida independiente enfrentándose en una guerra, en 1825-1828, terminaron aliados en otra, en 1865-1870. Desde la emancipación a la actualidad, Brasil y Argentina tuvieron procesos políticos similares. Partiendo de las incipientes luchas democráticas de Joaquim Gonçalves Ledo o Mariano Moreno; las repúblicas conservadoras de Deodora Da Fonseca y Julio A. Roca; los gobiernos populares con Gelutio Vargas y Juan D. Perón; o el desarrollismo de Jusbelino Kubitschek y Arturo Frondizi; hasta la democratización con José Sarney y Raúl Alfonsín y el neoliberalismo de Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem; pueden trazarse un paralelismo de historias que convergen en forma simbiótica. Pero sin duda, la relación entre ambos países se profundizó desde 2003, con Ignacio Lula Da Silva y Néstor Kirchner, y en la actualidad se mantiene con Dilma Rousseff y Cristina Fernández. Cualquier planteo de fragilidad en la relación, a partir de algunos altercados arancelarios y comerciales, no pasa la realidad de comprender la potencialidad de un espacio económico de 250 millones de personas, con una base industrial sólida, acompañada de abundantes reservas naturales y recursos estratégicos en una extensión de 9000 millones de km2. Además, con el ingreso de Venezuela al Mercosur, la región se consolida en espacio territorial y energético, con una población de casi 300 millones de personas, que promete ampliarse con el ingreso de Bolivia y Ecuador, lo que permitiría articular el armado político de la Unasur en un bloque regional de integración. Incluso el nuevo gobierno de México permitió centrar un esquema continental que dota a la CELAC de una base infranqueable a los intereses norteamericanos y del capital financiero. En el plano global, el nuevo estatus de sexta economía del planeta y acreedor en los organismos internacionales, colocaron a Brasil en un nuevo rol en el escenario mundial. En ese marco, la alianza con Argentina, en espacios como el G20, le permite marcar un contrapunto a las directrices ortodoxas y sostener un planteo no monetarista, centrado en la producción y la inversión. A su vez, Brasil sostiene una articulación alternativa, en el marco de los BRICS, y que ahora pareciera sumarse Argentina, que a pesar de la desaceleración China, permitió transitar sin sobresaltos la crisis de los centros financieros. Y este vínculo se profundiza. A pesar del esfuerzo de marcar diferencias por parte de opositores, lo cierto es que el vínculo se potencia en coincidencias políticas que refieren a la visión sobre el multilateralismo y el americanismo.
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