Por estos días Venezuela parece
haber encontrado al menos un principio de solución a su crisis política
desatada en el pasado mes de febrero. En este aspecto, la semana pasada ha sido
clave en cuanto a los mecanismos que se han comenzado a implementar en la
búsqueda de este objetivo.
Habíamos resaltado el importante
rol que ha venido desempeñando UNASUR en la cuestión, y este se reflejó en la primera
ronda de diálogo de la que finalmente la oposición decidió participar, luego de
las reiteradas convocatorias del presidente Nicolás Maduro.
Ya en el mes de marzo, el
organismo regional había mantenido reuniones con diversos sectores, no sólo de
la Mesa de Unidad y del gobierno, sino también con organizaciones de derechos
humanos, representantes estudiantiles y de la Iglesia. En la última visita de
la Comisión de Cancilleres se activaron medidas para establecer la mesa de
diálogo formal entre gobierno y oposición, la cual se concretó el pasado jueves
10 de abril en el palacio de Miraflores. La reunión, que se extendió por más de
6 horas, ha sido la primera en 15 años. Del encuentro participaron el
presidente Nicolás Maduro, el Vicepresidente Ejecutivo Jorge Arreaza; el
Canciller Elías Jaua; el Alcalde Jorge Rodríguez, mientras que por parte de la
opción asistieron el Secretario Ejecutivo de la MUD, Ramón Guillermo Aveledo;
el Gobernador del Estado Lara, Henri Falcón, Omar Barboza, Presidente Ejecutivo
de Un Nuevo Tiempo (UNT) y Henrique Capriles, entre otros; además, los tres
cancilleres de UNASUR y, el representante de buena fé del Vaticano, el Nuncio
Apostólico en Venezuela Aldo Giordano.
En este primer acercamiento, la
oposición puso el acento en algunas cuestiones de agenda, como el
cuestionamiento al modelo económico y productivo que lleva adelante el
gobierno, los altos niveles de inflación, la inseguridad y la violencia. Por
parte del gobierno, hubo también algunas controversias respecto del papel que
cumplió la oposición en los sucesos de violencia en las llamadas guarimbas, a la vez que planteó la
búsqueda de paz, la condena a la violencia como método político y el respeto a
la Constitución Bolivariana. Lo que
parece claro, a prima facie, es que
hay algún grado de acuerdo por mantener y profundizar el diálogo, pero esto
sólo podrá ser evaluado con el transcurrir del tiempo. El día posterior, el
gobierno instó a la oposición a colocar el diálogo por encima de las
diferencias para alcanzar acuerdos en temas cruciales para el país. En este
sentido se expresó el vicepresidente, Jorge Arreaza, quien expresó que por
parte del gobierno “se harán todos los
esfuerzos necesarios para hacer del dialogo un camino permanente”; mientras
que el secretario general de la MUD se comprometió a trabajar porque el diálogo
con el gobierno del presidente Maduro tenga éxito.
Como dijimos, es muy prematuro
hacer evaluaciones mientras los acontecimientos se están desarrollando, pero el
camino del diálogo, en lo inmediato, aparenta ser el más promisorio. Porque no
sólo está en juego la estabilidad de un gobierno democrático denostado y
acechado por ímpetus destituyentes (recordemos que algunos referentes de la
oposición han manifestado públicamente la intención de que el presidente
renunciara), sino de la democracia misma, sentando un precedente peligroso para
la región. Que parte de la oposición venezolana haya aceptado dialogar es un
punto de partida deseable, porque sólo mediante la vía democrática y de las
instituciones es posible construir, a la vez que desplaza del centro de la
arena política a sectores más radicales que han cuestionado la legitimidad del
gobierno y que encuentran en la violencia un único canal de expresión.
Este martes, la Comisión de
Cancilleres retornará a Caracas para continuar acompañando las rondas de
diálogo.
Por Natalia Nuñez
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