PUNTO DE INFLEXIÓN PARA EL CONTINENTE
Ricardo Romero 28 de Noviembre de 2015 | 12:00
Como un balde de agua fría, el espectro de gobiernos populares de América Latina ven azorados como uno de sus aliados es derrotado por la derecha. Sencillamente porque esto implica un punto de inflexión para las experiencias del continente.
Como un balde de agua fría, el espectro de gobiernos populares de América Latina ven azorados como uno de sus aliados es derrotado por la derecha. Sencillamente porque esto implica un punto de inflexión para las experiencias del continente. Es que hasta ahora las fuerzas conservadoras sólo pudieron cambiar gobiernos por vía de golpes institucionales, como en Honduras o Paraguay (incluso lo están intentando en Brasil), pero en esta ocasión, son las urnas las que decidieron el cambio, y al presente puede implicar un efecto dominó sobre la región, y de hecho la primera en enfrentar este nuevo escenario será la Venezuela de Maduro en las parlamentarias del 6 de diciembre.
Esta situación agrava el momento complejo que afrontan los gobiernos populares, que es muy diferente a sus fases de ascenso, con precios internacionales de sus productos en baja y tendencias recesivas, lo que implica una difícil situación de no poder avanzar en reformas, por las dificultades para enfrentar los desequilibrios presupuestarios y monetarios, a lo que se suma el desgaste mismo de encontrar propuestas de recambio más allá de los liderazgos.
En los casos de Bolivia o Ecuador, las reformas constitucionales permitieron sortear el problema de la sucesión. En tanto en que Brasil y Venezuela, los relevos dejaron reemplazantes que sufren el embate de una derecha rabiosa deseosa de volver a cualquier precio. Solo Uruguay encontró una sucesión, con alternancia interna, que le da cierta estabilidad. Lamentablemente, la experiencia argentina no lograr sortear este problema y cae ante una derecha que jugó en ese desgaste.
Un caso interesante en esta elección fue, además de usar la idea de cambio como en Brasil y Uruguay, utilizar la fuerza de los mismos proyectos nacional-populares, diciendo que iban a sostener lo conquistado y mejorarlo. Este juego de aikido, fue la principal incapacidad para reinstalar una propuesta de continuidad y mejora, dejando en una situación defensiva al oficialismo.
Con un poco de humor, se podría decir que en Argentina ganó el marxismo, pero de Groucho, que te muestra unos principios pero si no te gustan te ofrece otros. Sin embargo, es claro que la propuesta de "Hambre Cero y Revolución de la Alegría" parece seguir los pasos del "Salariazo y la Revolución Productiva", siendo la máscara de un regreso neoliberal que quizás contagió a toda la región.
Esto se manifiesta con sus planteos internacionales para la región, desde pedir sanciones sobre Venezuela y el realineamiento hacia la Alianza para el Pacífico, muestran a las claras una regresión sombría para el continente. Porque relega las articulaciones generadas desde la Unasur hasta la CELAC, desplazando el americanismo por un panamericanismo reorganizado por los Estados Unidos, donde el nuevo gobierno argentino se postula como principal renovador de las relaciones carnales, preocupante situación si tomamos en cuenta las tensiones abiertas en el escenario internacional con las acciones del Estado Islámico y las respuestas de Europa y Rusia. «
Esta situación agrava el momento complejo que afrontan los gobiernos populares, que es muy diferente a sus fases de ascenso, con precios internacionales de sus productos en baja y tendencias recesivas, lo que implica una difícil situación de no poder avanzar en reformas, por las dificultades para enfrentar los desequilibrios presupuestarios y monetarios, a lo que se suma el desgaste mismo de encontrar propuestas de recambio más allá de los liderazgos.
En los casos de Bolivia o Ecuador, las reformas constitucionales permitieron sortear el problema de la sucesión. En tanto en que Brasil y Venezuela, los relevos dejaron reemplazantes que sufren el embate de una derecha rabiosa deseosa de volver a cualquier precio. Solo Uruguay encontró una sucesión, con alternancia interna, que le da cierta estabilidad. Lamentablemente, la experiencia argentina no lograr sortear este problema y cae ante una derecha que jugó en ese desgaste.
Un caso interesante en esta elección fue, además de usar la idea de cambio como en Brasil y Uruguay, utilizar la fuerza de los mismos proyectos nacional-populares, diciendo que iban a sostener lo conquistado y mejorarlo. Este juego de aikido, fue la principal incapacidad para reinstalar una propuesta de continuidad y mejora, dejando en una situación defensiva al oficialismo.
Con un poco de humor, se podría decir que en Argentina ganó el marxismo, pero de Groucho, que te muestra unos principios pero si no te gustan te ofrece otros. Sin embargo, es claro que la propuesta de "Hambre Cero y Revolución de la Alegría" parece seguir los pasos del "Salariazo y la Revolución Productiva", siendo la máscara de un regreso neoliberal que quizás contagió a toda la región.
Esto se manifiesta con sus planteos internacionales para la región, desde pedir sanciones sobre Venezuela y el realineamiento hacia la Alianza para el Pacífico, muestran a las claras una regresión sombría para el continente. Porque relega las articulaciones generadas desde la Unasur hasta la CELAC, desplazando el americanismo por un panamericanismo reorganizado por los Estados Unidos, donde el nuevo gobierno argentino se postula como principal renovador de las relaciones carnales, preocupante situación si tomamos en cuenta las tensiones abiertas en el escenario internacional con las acciones del Estado Islámico y las respuestas de Europa y Rusia. «