En siete días, los tickets de las urnas electrónicas emitirán un veredicto que marcará el destino de Brasil. La expresión de la voluntad popular podrá consagrar un presidente electo, si Luiz Ignacio Lula Da Silva supera el 50% de los votos emitidos, o dejar un final abierto al 30 de octubre próximo, donde el pueblo diga definitivamente por quién quiere ser gobernado. También se sabrá si Jair Bolsonaro aceptará o rechazará los resultados que hoy indican las encuestas, dejando a la democracia al vilo de una dictadura.

Por eso, para constituirse en presidente, Lula no sólo tendrá que lograr más de la mitad de los votos, sino deberá tener el reconocimiento contundente del espectro político y la aceptación de los poderes fácticos. Incluso, quizás el mayor desafío que tendrá Lula es poder gobernar un país con un neofascismo social violento, que intentará bloquear su gestión. De hecho, la misma ONU manifestó su preocupación por la violencia política en Brasil.

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Con ese objetivo, Lula buscó articular un amplio espectro de alianzas, desde la la izquierda socialista hasta la derecha liberal. Incluso, días  atrás logró congregar a un conjunto de excandidatos a presidentes que en otras contiendas fueron adversarios y que hoy convergen en su apoyo para propiciar la recuperación de la democracia en Brasil. Así, lo acompañaron desde su ahora pareja de fórmula Geraldo Alckmin; el excandidato a presidente y ahora a gobernador por San Pablo, Fernando Haddad; o el candidato a diputado en San Pablo, Guillerme Boulos; así como Marina Silva; Cristovam Buarque; Luciana Genro; João Vicente Goulart; y Henrique Meirelles. Incluso, logró que el mismo Fernando Henríque Cardoso manifieste su llamado a votar contra Bolsonaro.

La derrota de este neofascismo fue el eje central de las exposiciones para explicar el apoyo a Lula como presidente de la república. Es un hecho histórico que propicia la idea de adversario como juego de la democracia, contra la idea de enemigo que intenta imponer Jair Bolsonaro. Es un espectro político amplio, diverso y plural. Es una idea de Unidad que procura garantizar la victoria en la primera vuelta de Lula para derrotar a la extrema derecha.

Un llamado que instó a referentes políticos del Partido Democrático Trabalhista (PDT), por el que se presenta Ciro Gomes, a pedirle que desista de su candidatura. En un documento llamado «Laboristas por la Democracia: el voto necesario» se lo solicitan para facilitar la victoria del líder del Partido dos Trabalhadores (PT). Ciro Gomes también es interpelado por líderes de América Latina. En una carta firmada por figuras como el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y el ganador del Premio Nobel de 1980, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, le manifiestan la necesidad de declinar su postulación para derrotar a Bolsonaro y expresan su perplejidad por su insistencia en mantener su candidatura a la presidencia en una disputa que consideran un «por punto de cambio histórico».

Hasta los artistas de diversos perfiles político salieron a dar su apoyo con un single «vira Voto» que propone cambiar la seña de pistola de Bolsonaro por la L de Lula.

Todo este esfuerzo provocó un cambio de tendencia electoral y quebró el techo del 45% promedio de preferencia electoral y algunos sondeos ya lo colocan con más del 50% de los votos. Por lo cual, la victoria electoral de Lula podría consagrarlo en la primera vuelta, en su defecto seguramente pasará el 30 de octubre, y será la democracia quien lo sostenga como presidente, o sea, la unidad del pueblo.  «